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La primera Batisfera y la obra de William Beebe

Publicado el viernes, 06 agosto de 2021

¿Qué formas de vida deparan las profundidades del océano? Se preguntaba Charles William Beebe hacía principios de la década de 1930.

Nacido en Brooklyn el 29 de julio de 1877, dedicó sus estudios y la vida a la zoología, empezando como cuidador de aves en la Sociedad Zoológica de Nueva York y posteriormente viajando como aventurero y naturalista por Asia y Suramérica. Durante el curso de una de sus expediciones a las Islas Galápagos a mediados de los años 1920, Beebe desarrolló gradualmente un interés por la fauna marina de las grandes profundidades.

Mapa de la ruta que tomó Beebe en su expedición de faisán.

Esto le llevo a formar equipo con el inventor Otis Barton, con quién diseñó y construyó la primera batisfera con la colaboración de la Watson-Stilman Hydraulic Machinery Company. Esta se trataba de una esfera de acero con 1,42 metros de diámetro interior y un peso de 2.250 kilogramos, contando con tres pequeñas ventanas de 20 centímetros de diámetro con cuarzo fundido de 7,5 centímetros de grosor. Por la tecnología de la época, esta carecía de medios de propulsión y funcionaba suspendida de un cable de acero de mil metros de longitud, junto con un conducto por donde pasaban un par de cables telefónicos y dos cables eléctricos que alimentaban un reflector para alumbrar el exterior.

Vista transversal de la batisfera.

El submarino tenía capacidad para dos tripulantes con oxigeno asegurado para seis horas, en tanto que la cal sodada y el cloruro de sodio de unos recipientes se encargaban de absorber el dióxido de carbono y la humedad, respectivamente.

Llevaron a cabo más de 30 descensos al océano. Entre el 25 de mayo y 30 junio, realizaron las primeras 15 pruebas de inmersión en las que llegaban a profundidades aproximadas de 243 metros a 16 kilómetros de las Bermudas. El récord lo batieron el 11 de junio de 1930, al descender 430 metros. Durante la inmersión, estuvieron conectados a la superficie por un cable y una conexión telefónica, con miles de oyentes ansiosos a las noticas de las profundidades que ningún ser humano había presenciado antes “Solo los hombres muertos se han hundido debajo de esto”, decía Beebe, mientras comentaba todo el descenso viendo por la ventana.

William Beebe y Otis Barton adentro de la batisfera.

Dos años más tarde llegaron a alcanzar los 650 metros, y el siguiente récord lo batieron el 11 de agosto de 1934 al entrar los 906 metros, el mayor descenso hasta el momento. Esta inmersión generó mucho interés y publicidad, pero Beebe estaba más interesado en su valor científico para descubrir y describir especies marinas nunca vistas.

A nivel práctico, la batisfera abrió el camino hacia nuevas profundidades pero con un gran riesgo, ya que, al carecer de movilidad propia, su seguridad estaba sujeta enteramente al cable al que estaba vinculada.

William Beebe y Otis Barton a un lado de la batisfera.

Las inmersiones de Beebe tenían como objetivo el estudio de la fauna marina. Entre dichas observaciones, Beebe estudió el cambio de color del agua resultante de la pérdida de la luz de la superficie a medida que bajaba, al igual que el descubrimiento de la existencia de peces por debajo de la cota donde llegaba la luz solar. Por ejemplo, a 630 metros de profundidad, tuvo la ocasión de contemplar el paso de dos peces de dos metros de largo a una distancia muy cercana de la batisfera.

Imágenes del libro de Beebe «Half Mile Down» (Media Milla Abajo en español)

Posteriormente, continúo con su investigación oceanográfica en Baja California y a lo largo de la Costa Pacífica de Centroamérica. Siguió con sus estudios naturalistas por el resto de su vida hasta fallecer en Trinidad y Tobago el 4 de junio de 1962.

Fue el primer científico conocido y bien capacitado en utilizar el buceo con casco como parte de su investigación de campo y sirvió como base para la mayoría de avanzas oceanográficos que vendrían en los siguientes años.

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